Relato inesperado, sobre lo alegres que nos sentimos cuando somos libres. Espero que les guste.
Tyler corría por el campo, con mucha prisa, a alta velocidad. Se sentía ligero, capaz y preparado. Llevaba rato mirando lo que tenía delante, un largo campo verde, lleno de arbustos. Empezó a mover los pies, dudando, pero las dudas desaparecieron cuando el viento le dio en el rostro joven, marcado por su duro pasado. Corría libre, sabiendo que ya nadie le detendría, que nadie le pediría sus datos, o le interrogara. A partir de ahora solo serían él, y el campo abierto. Sería feliz. Ya no tendría que preocuparse por los agentes, ni por los enfermeros, ni por sus enemigos. Lo había dejado todo atrás con mucho esfuerzo, y todo había valido la pena. Pateó rocas por el camino, pegó saltos, esquivo obstáculos, evitó hacerle daño a los animales e insectos que se encontraba por el camino... y siguió corriendo.
—¿No te cansarás? —Le preguntó su jefe, momentos antes de que él se marchara por la puerta, huyendo.
—No, no me cansaré. ¿Se puede cansar una persona, de la eterna libertad?
Su jefe quedó callado, sin respuesta. Tyler verificaría ahora si estaba en lo correcto, sí no se cansaría. Y si se cansaba, tenía toda la libertad de descansar un rato, y luego volver a correr. Miró hacia el horizonte, y notó las nubes sonriéndole. El sol apenas llegaba al cielo, era un nuevo día para disfrutar. Acarició un mapache que se le acercó, deseando conocerle, y ambos siguieron corriendo juntos.
Agradecimientos a Pixabay por la imagen. Si les gustó, por favor, dejen su comentario para que lo sepa ;)
Oww, qué linda historia <3 Me dejó una grata sensación de esperanza al terminarla. Saludos, Rick.
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