Lincoln se despertó de repente, asustado del terrible sueño que había tenido. Su rostro, mostraba un tono pálido, que claramente indicaba el miedo por lo que podía ser, la profecía que señalaba la destrucción del reino como lo conocían. El (Lincoln) era solo uno de los trabajadores en el gran castillo, donde vivía el rey del imperio de Orario; sin embargo, lo que casi nadie sabía, era que él no había nacido en este imperio, él venía de un lugar muy lejano, el “Reino perdido de los dragones”.
Hacía más de 100 años, que nadie veía a un dragón. Las antiguas historias acerca de estas criaturas, cada vez eran más escasas, y cuando se contaban, se transformaban poco a poco en cuentos o leyendas urbanas. Muchos decían que el anterior rey de Orario, había matado con su espada al último dragón; otros creían que los dragones se habían alejado de todo ser humano, y se habían agrupado en un sitio que estaba más allá de los límites del mundo, donde el cielo y el mar se combinan, formando un solo horizonte. La verdad, era algo que sólo Lincoln conocía.
Sin poder conciliar de nuevo el sueño, Lincoln, por fin escuchó el primer canto del gallo, lo cual indicaba el inicio de las labores del día. El llevaba ya dos años desempeñando su trabajo en el castillo del rey, así que ya estaba acostumbrado. Sin embargo, este día fue diferente, dejando su cama sin tender, y solo tomando el mínimo tiempo, para que su apariencia estuviera “aceptable”, entró en la cámara real, donde estaban el rey, la reina y una joven princesa (hija de los reyes). Sin darle tiempo a los guardias que reaccionaran para detenerle, corrió hasta el trono, gritando: “Deben escapar ahora, los dragones vienen y todos morirán”. Su actitud, impertinencia, y hasta su apariencia eran algo que enojaba grandemente al rey; esto dio como resultado, que el rey sin ninguna demora lo condenara, muerte inmediata, él no era digno de la presencia del rey. Sin embargo, antes de que las lanzas de los guardias lo atravesaran, se escucharon grandes rugidos, y la ciudad empezó a arder en llamas. Antes de que cualquiera reaccionara, en el pueblo aparecieron 5 grandes dragones -los cinco jueces- y empezaron a destruirlo todo.
Lincoln los conocía muy bien, aquellos eran los seres que lo había cuidado y criado cuando era solo un pequeño. Ahora, a sus 20 años, podía recordar cada enseñanza que sus “padres” dragones, le habían impartido. La verdad es que hace 200 años, los dragones, encargados de juzgar el mundo, y dar castigo a las terribles acciones de los seres humanos; habían decidido que no tolerarían más la maldad del hombre. Dispuestos a destruir toda la tierra, y arrasar con la humanidad llegaron a Orario, acabaron con cada soldado e incluso, el rey ya había sido derrotado; sin embargo, su destrucción la detuvo un pequeño niño, de solo 3 años, que vivía en la calle. A pesar que no tenía ni padres ni familia, el corazón del pequeño era puro, sin ninguna mancha de maldad, cosa que ellos creían imposible.
Ante esa luz que vieron, los cinco jueces, decidieron llevarse al pequeño a un lugar alejado del alcance de cualquier mal del mundo del hombre, un sitio denominado el “reino perdido”. Allí Lincoln, fue educado y cuidado por todos los dragones que lo rodeaban, admirados de su pureza, le transmitieron todo su conocimiento. Aprendió a leer y escribir, le enseñaron el arte de gobernar y los conceptos de justicia y respeto. Cuando llegó a los ocho años, los cinco jueces, lo tomaron como aprendiz. Aprendió a ver el futuro y desarrolló el don de soñar visiones y profecías. Allí él era feliz.
Finalmente, cuando cumplió 18 años y su educación culminó, fue enviado al mundo del hombre, el sería los ojos de los dragones jueces, los cuales mostrarían la verdad del mundo. En Orario, el solo vio maldad, libertinaje y decadencia; la gente robaba y moría de hambre, los ricos y poderosos, aprovechaban su poder, para satisfacer sus pasiones más bajas; y la familia real, solo se preocupaba por sus superficiales deseos. Esto hizo que después de dos años de tolerar esta cruel realidad, los cinco jueces y el resto de dragones decidieron acabar con la maldad del hombre. Arrasaron ciudades e imperios, pueblos y feudos. Finalmente, Lincoln vio impotente, como los de su misma especie, recibían el castigo que merecían. Trató con todas sus fuerzas de salvarlos, pero constantemente solo se burlaban de él y lo trataban mal; hasta el último segundo, intentó ayudar a aquellos que no lo merecían. Con lágrimas en sus ojos, se alejó de la destrucción, mientras volaba en la espalda de un dragón; tristemente, miraba el destino de los suyos.
Al llegar al reino perdido, fue llamado por los cinco jueces, los gobernantes de todos los dragones. Al ir a su presencia vio a 50 seres humanos, hombres, mujeres y hasta niños y ancianos. Le explicaron que ellos aún no se habían contaminado de la maldad del anterior mundo del hombre, fueron escogidos para crear un nuevo reino, de justicia y equidad. En este reino, Lincoln sería el rey y líder, su deber, era usar lo enseñado por los dragones, para dar a la raza humana, un nuevo comienzo.
Imagen de momo_sc en Pixabay
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Me parece que es una historia muy creativa, se nota que tienes mucha imaginación. Dios te bendiga.
Gracias, me alegra que hayas disfrutado de la lectura.