Vivaldi es un navegador web que tiene una historia muy particular. Di con él gracias a mi manía de escapar de la fuerza G. No de la gravedad terrestre, sino de la otra fuerza gravitatoria. Esa que todo lo sabe y todo lo ve, pero esta disgresión es materia de una próxima publicación.
Yo buscaba un navegador alternativo a Chromium (la versión de Chrome que usamos en Linux), para poder hacer trabajos de desarrollo web sin agotar los recursos de mi máquina. Que pudiera trabajar junto con una sesión abierta de Firefox, pero que a la vez me proveyera de buenas herramientas de desarrollador. El problema con Chromium es que consume una cantidad de recursos tan grande, que solo mediante un impresionante motor de cacheo local, logra una experiencia de navegación decente... a menos que te pongas a desarrollar y abras varias pestañas al mismo tiempo. Ahí es cuando Chrome se te come hasta el queso que había en la mesa, y la experiencia de uso cuelga el cartelito de "Vuelvo en media hora. Digo yo". Quiero compartir con la comunidad el por qué uso Vivaldi para hacer desarrollo web, aparte de navegar la web, como cualquier cristiano.
Breve historia
En tiempos de la preGistoria, había un navegador alternativo, llamado Ópera, bastante apreciado por su velocidad, eficiencia en recursos, la introducción del uso de pestañas para navegar, tal como las conocemos ahora, y un largo etcétera. Los usuarios más curiosos descubrían que hasta tenía su propio cliente de correo electrónico, integrado al navegador y todo. Ópera te informaba el progreso de la carga de la página web, no solamente con el volumen de datos, sino cuántas imágenes iban cargadas, sobre el total. En ese aspecto, los navegadores contemporáneos, te castigaban con el látigo de la indiferencia. Si a eso le añadimos el modo Turbo, que habilitaba la carga de la página con compresión de datos, sabremos por qué Ópera ganó una legión de fanáticos hard core.
La llegada de Chrome marcó un antes y un después. Es innegable que la nave insignia del Gran Hermano G, a poco tiempo de su lanzamiento, comenzó a delinear el paisaje actual de los navegadores y la experiencia de navegación web. Chrome y su auge impusieron al resto de los navegadores el reto de bailar al son que tocaba, o morir sentados sin bailar. En esa coyuntura nace Vivaldi, cuando la dirigencia de la empresa matriz de Ópera desdeñó a un pequeño pero leal e influyente grupo de acérrimos seguidores, que pedían una serie de cambios a implementar en bien de ese navegador. Los detalles de esa historia están aquí.
Vamos al mambo
El clan de los descontentos montó tienda aparte, y como en un capítulo de Overhauling, estos tomaron un branch del tronco de Ópera, le implementaron los cambios que ellos querían pero que la casa matriz desdeño, y para completar, tomaron el motor de Chromium, lo supercargaron y lo pusieron bajo la capota. No pudiendo tomar el nombre de Ópera, por ser marca comercial, se decidieron por Vivaldi. El 12 de abril de 2016 lanzaron la primera versión. En enero de 2017, ya contaban con un millón de instalaciones activas. Impresionante.
Vivaldi fue hecho, en principio, por y para súperusuarios, sin que eso signifique que un novato no pueda usarlo intuitivamente. Yo llevo este navegador al límite, y solo cuando se me pasa la mano, hasta el hombro y una oreja, se nota la degradación de la interfase. Vivaldi tiene una serie de herramientas de desarrollador disponibles a un clic de distancia, captura de página en varios formatos gráficos (modo página completa y selección), modo de mosaico de pestañas y la capacidad de agrupar pestañas, hibernarlas, guardarlas juntas, etc. que te ayudan a organizar tu trabajo.
La pata coja
Al Vivaldi utilizar Chromium como motor, tiene el beneficio adicional de que se pueden instalar extensiones de Chrome desde la Web Store de Chrome. Tal cual. Pero no todas las extensiones de Chrome funcionan en Vivaldi. Y si por casualidad son aquellas extensiones que tú utilizas siempre y le sacas provecho, Vivaldi no es para ti. Al menos, hasta que se resuelva este desafortunado problema.
Ocasionalmente se me han presentado pestañas rotas y, en algunas circunstancias muy especiales, se cierra el navegador al toque de un clic. Estas circunstancias muy especiales tienen que ver con el debugging de javascript. Las pestañas rotas, aún cuando sí se presentan, son mucho menos frecuentes que en Chrome. Pero lejos. Un detalle que se me olvidaba, pero que también incide en fallos, es que Vivaldi trae su propio reproductor de flash (al menos la versión linux), que viene deshabilitado, y avisa al usuario si desea activarlo ante contenidos de esa tecnología. Vivaldi ejecuta entonces este reproductor "en modo suicida". Si el contenido flash excede ciertos parámetros seguros, Vivaldi se cierra intempestivamente. Se mata solo.
No olvidar que, a todas estas, también tengo Firefox abierto, para verificar aspectos de estilo y funcionalidad de las páginas web que desarrollo. O sea, que los recursos del sistema los comparto con otro navegador que consume lo suyo, también.
La sorpresita
Por usar Vivaldi en Linux, no me sabía esta. Instalé Vivaldi en mi máquina Windows de la oficina. Esta usa Avast como antivirus. Sabiendo mi manera de trabajar, fui al panel de control de Avast, configurado en modo de juego silencioso, a ver la manera de darle preferencia a Vivaldi. Resulta que ya la tenía, porque Avast había clasificado a Vivaldi como un juego. ¿Que qué?
Sucede que Avast pone a otros programas en segundo plano, suspendiendo los más que puede, para privilegiar una experiencia fluida del "juego" que se está desarrollando en primer plano de las aplicaciones. Dí con la botella de óxido nitroso de Vivaldi. Tuneado al máximo. Apuesto a que los desarrolladores de Vivaldi hicieron lo mismo con otras suites de seguridad informática.
Conclusión
Vivaldi es un navegador alternativo a los grandes, de impresionante desempeño y muy apropiado para los desarrolladores, aún cuando también es capaz de ofrecer una excelente experiencia de uso a usuarios recreativos u ocasionales. Es eficiente en el uso de recursos y provee al desarrollador una serie de herramientas al toque de un clic. Puede ser usado paralelamente con Firefox, para ver la presentación del mismo contenido en navegadores diferentes. Permite aprovechar extensiones de la Chrome Web Store, aunque no todas son compatibles. Permite ver contenido Flash en modo de seguridad (yo lo llamo modo suicida) y ha sido configurado para rendir al máximo los recursos disponibles y ofrecer una fluida experiencia, sea que estés desarrollando o solo pasando un buen tiempo.
Ya lo estoy instalando en opensuse ;-)