Vivir aquí (la secuela llena de divagaciones).

in #venezuela7 years ago

  La brisa fría en mi rostro luego de salir del infierno del metro suele ser la mejor bienvenida a la universidad. Subir la rampa hasta la entrada y finalmente ir caminando hasta la facultad, son cosas que hago diariamente y a veces suelo tener los mismos pensamientos cada vez que paso por ahí. 

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  Cuando salgo del andén y leo “Universidad Central de Venezuela” suena una voz en mi interior que desde la primera vez que leí eso y hasta el sol de hoy repite con determinación “nunca desaproveches esta oportunidad y dicha que tienes de estudiar aquí”. Y mientras ves que todo el país a tu alrededor está cayéndose, está huyendo (porque el país es su gente, también), pienso en todos los que quisieron estudiar aquí y no pudieron. En todos los que tuvieron que abandonar su carrera y decidieron emigrar. En todos los que murieron luchando por un mejor país. Los que la inseguridad nos quitó, los que no pudieron seguir costeando sus estudios sin importar el tamaño de sus esfuerzos.  

  Es injusto que cada día se vea más deserción a nivel de las universidades y que el inepto que tenemos por presidente no tome ninguna medida al respecto. Al contrario, impulsa el tercermundismo en nuestro país al ofrecer un bono a las mujeres que queden embarazadas. Al diablo con la planificación familiar, al diablo con los anticonceptivos y con el Ministerio de Sanidad y sus jornadas de prevención. Al diablo con todo eso, vamos a pagarles a las mujeres que salgan embarazadas mucho más que un salario mínimo. Y los estudiantes, el futuro del país, mendigando una beca que no alcanza para más de tres días.  

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  Y la universidad siempre está ahí. Siempre te recibe aunque cada vez tenga menos que ofrecer. Y los que desarrollamos un sentido de pertenencia siempre queremos hacer algo por ella. Es muy común ver gente que habla, habla y habla; se queja y se queja y no hacen nada por tratar de solucionar. La gente tiene que entender que uno solo no hace nada. Pero es en serio que si cada quién trata de aportar lo que puede, se logran cosas porque motivas a otras personas a que también ayuden.  

  Yo inicié mis estudios universitarios en un núcleo de la UCV, en Cagua. Es un sitio que tiene deficiencias igual que la Ciudad Universitaria, pero a veces parece un sitio olvidado de Dios. Una de las problemáticas que tenían era que los libros de la biblioteca cada vez se iban dañando más y más y no llegaban ediciones nuevas. Así que había menos libros a disposición de los estudiantes, lo cual era un problema con los libros más solicitados. Yo misma me vi afectada por esa situación. Y decidí hacer algo. Hablé con el de la biblioteca y le comuniqué que por favor me prestara uno de los libros que estaban dañados, que yo lo repararía. Le mostré un libro que mi mamá había reforzado y cosido, de tal manera que no fuera posible deshojarlo. Y me dio uno de las mismas dimensiones, para ver que tal, recuerdo que tenía muchas hojas sueltas y la pega se le había vencido ya. Lo reparé con ayuda de mi mamá y quedó como nuevo, cosido y con papel contac.  

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  El bibliotecario quedó maravillado y empecé a pedir más libros que se pudieran reparar. Mi limitante era el taladro que usaba, pues llegó un momento en que se dañó. Pero recuerdo que reparé muchísimos libros que ya no estaban saliendo por temor a que se perdieran las hojas sueltas o se dañaran aún más. Y eso lo hice yo, por mi cuenta. Porque me salió del alma, porque decidí actuar ante algo que me estaba generando un problema. Recuerdo que le comenté a uno de los estudiantes que era del centro de estudiantes de aquel entonces y me ofreció apoyo, hasta me permitió hacerle llegar una carta al director para ver si podíamos pedir una colaboración por lo que estaba haciendo (para cubrir los gastos de nylon y papel contac). Eso ocurrió el último semestre que yo estuve allá. Y recuerdo que haber ayudado tanto de manera solidaria con lo que era mi comunidad me hacía sentir feliz. Y ese tipo de cosas son las que generan sentido de pertenencia a algo, a un lugar.  

  Yo podía haber seguido quejándome de que no había libros en la biblioteca. Sabiendo que con cuidar los libros no basta porque siempre hay algún inmaduro que no le duele lo que no es suyo, fue que decidí ayudar. Mi punto aquí es que cuando les digan que el cambio empieza por cada uno de nosotros, lo crean y lo practiquen. Porque es la única manera de empezar a cambiar las cosas. No es que uno solo va a lograr algo inmenso. Siempre se necesita la ayuda de alguien más y creer que las cosas pueden cambiar. Y entender que requiere tiempo. Y mucho, mucho esfuerzo.   

Si quieren ver más murales de mi universidad, les aconsejo que le den a la fuente de la segunda o tercera foto. Los que coloqué aquí son todos de mi facultad, pero hay muchísimos más. 

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Un sistema colapsado

Tú puedes lograrlo

Vivir aquí

¡Gracias por leerme!



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Qué genial tu iniciativa de reparar libros de la biblioteca. Me he identificado con tus sentimientos hacia la universidad. Yo también extraño esos días de estudiante y espero poder aportar algo de vuelta en el futuro.

Muchas gracias por tu comentario. Sí, la mayoría de los que logramos conectar con la universidad siempre queremos encontrar la manera de devolverle algo al sitio que nos da tanto para formarnos.

Qué bonita labor. Hoy casualmente, veía un vídeo de Gladys Seara donde hablaba de esa problemática de la biblioteca y cómo ha disminuido la cantidad de alumnos porque emigran. Es lamentable el deterioro en general de la universidad, porque es una gran casa de estudio.

Gracias! Es triste y a la vez impresionante como cada día ves menos y menos y menos personas en la facultad. Pero de las cosas tristes hay que tratar de ver lo bueno para impulsarse. Sin caer en ilusiones obviamente, pero tú entiendes. Gracias por tu comentario!