Unas semanas atrás encontré publicado un aviso en el que buscaban profesionales de mi área. Puede que no haya sido el destino sino una mera coincidencia que en ese preciso momento me cruzara con esa publicación. Habré leído unas diez veces el aviso intentando convencerme de que podía hacerlo, y eso que no me considero alguien inexperto.
No me propuse llegar a obtener el puesto, sólo quise superarme a mí misma, enfrentarme ante el desafío y animarme a cumplirlo. Esa era mi barrera, animarme. Pasaron muchas cosas por mi cabeza, desde que seguramente habría cientos de personas intentando lo mismo, muchos de ellos con mucha más experiencia, más capacitados en este tipo de empleo, hasta pensar que tal vez yo no era lo suficientemente buena.
Y no era negativismo, eran miedos, miedos normales que todos tenemos. Y es que pienso que en todo aspecto de la vida siempre existe la dualidad, no existiría el fracaso si no estuviese ahí el éxito.
Cuando me quise dar cuenta ya había finalizado la primera etapa de selección y había recibido un mail que me alentaba a continuar a la siguiente. Un nuevo desafío y un nuevo «¿podré hacerlo?». Fue dedicación y esfuerzo para dar lo mejor de mí lo que me llevó hasta la última etapa, la más difícil, en la que debía contar una experiencia personal que me hubiese cambiado positivamente.
Entonces fue cuando decidí que lo mejor era contar esta misma experiencia, que, a pesar de su simpleza, es algo que nos pasa a todos, y es algo que, por parecer muy común, poco se habla. Y que finalmente conseguí algo que sólo depende de mí, decidirme, aceptar el desafío y superarme. Conseguí algo que nadie va a quitarme y que nadie va a hacer por mí. Conseguí poner en práctica el «nada es imposible». Por simple o complejo que eso sea.
Con esta experiencia «volví a aprender» que:
— Hay que animarse. La vida nos enseña día a día que es una sola, no hay que dejar pasar las oportunidades que nos acercan a lo que ansiamos. Y no desanimarse ante la posibilidad de no alcanzar lo que queríamos. Saber valorar lo que conseguimos durante el proceso es notar que hemos crecido como personas. Y eso no te lo quita nadie.
— El camino no es fácil (aunque así lo parezca), así como una casa no se construye desde el techo. Pero de a poco, paso a paso, se logran alcanzar los sueños. Esos ladrillos que uno a uno vamos apilando son los que nos dan la satisfacción de haber hecho algo bueno y duradero.
— Debemos vivir el presente. Si proyectamos cosas a futuro, no hay que olvidarse que el presente fue el futuro unos días atrás. Nuestro futuro se construye con el hoy y por eso no hay que descuidarlo.
— No hay que dejar de soñar. Nadie nos quita lo bailado ni lo soñado. Si «despertamos» y nos damos cuenta «que todo fue un sueño» tenemos que saber que nos quedan por delante muchas noches más. #vida #superación #confianza