Uno a uno se van cortando los hilos de mi cabeza. El destino, mi camino y un amigo es el conteo regresivo. Provengo de un par de simios en años de evolución, pero en menos de un minuto olvido la razón y vuelvo al comienzo. No estoy tan loco, no me llames necio, aunque yo también lo haría. No tiene nada de malo la vida, solo que mi esquina no tiene salidas.
Los ojos no solo se hicieron para mirar, también para mirarlos. Una pequeña galaxia atrapada en una esfera miniatura que no quieres usar. Despierta y observa todo tipo de bellezas, dolor, sentimientos e injusticia. Cuando mires, no compares, no juzgues, no compadezcas y no creas que puedes entender. Desde otra perspectiva no es la misma esquina, no sientes su dolor, sus pies o su pudor. Abstente a solo observar, pues, hasta una opinión puede ser la punta que hace falta para reventar el corazón.
Las vivencias no son generales, son especificas en sus ejemplares. No se repiten, no son parecidas, ni mucho menos las mismas salidas. Mientras ves desde un campo abierto, otros ven hundidos en cemento. Cada una tiene validez, no le resta importancia su proceder. No hay derecho ni revés, solo unas formas de entender.
Entender, complejidad básica que presumimos saber, exigimos compresión, pero repartimos críticas, desprecio y odio. ¿Dónde quedó nuestra humanidad? Ese misterio errante que no nos deja dormir, ese sentimiento de vacío que aparece al despertar, ese momento neutro a mitad del día que perdura y no se va hasta encontrar la respuesta. Empatía, ¿De verdad conseguimos ponernos en los zapatos de otros? ¿Acaso nuestra visión no nos deja sentir o vivir todo él panorama?