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𝓞𝓾𝓽 𝓸𝓯 𝓽𝓱𝓮 𝓸𝓻𝓭𝓲𝓷𝓪𝓻𝔂:
With my eyes closed and my soul open, but without high expectations, beyond being happy with what life has given me. I wasn't looking for answers, much less deafening epiphanies; I was looking for conciliatory silence, but not external silence, because that disguises itself as absence or forgetfulness. I was looking for the other silence, the one that springs from the depths of being, from deep within, when the voices of the world, of what surrounds us, are turned down to a minimum. And there I was, or at least my physical self. I still felt small, soft, insignificant, but something had changed: my persistence had paid off. A state where music comes inside me to calm my thoughts, a state out of the ordinary.
I discovered in the stillness of thought that the wonderfully unusual does not involve dramatic 180-degree turns, it involves silences, silences of illuminating revelation, sometimes aided by ambrosia in the form of powder and miraculous liquid, or better: air in the lungs, perfumed air. Sometimes the extraordinary thing is that I continue like this, and as I breathe and improve my senses, they confirm it. I breathe deeply to exist without haste. I see the objects in my house as newly arrived objects, new acquisitions. Light falls on them in visible particles. My hands, as they reach for the light or the objects, tremble with an imperceptible murmur; the tremor perhaps always lived in my chest.
Today I understood: stepping out of the ordinary does not require moving mountains or crossing oceans. You can step out of the ordinary and live an extraordinary journey in the cozy silence of a room. All you have to do is stop and let your soul speak its slow language. The portals to another reality, hidden in routine. My most authentic self, which sleeps among hopes, knows how to breathe, dream, and observe more than enough to be happy...
Translated with DeepL.com (free version)
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𝓕𝓾𝓮𝓻𝓪 𝓭𝓮 𝓵𝓸 𝓸𝓻𝓭𝓲𝓷𝓪𝓻𝓲𝓸:
Con los ojos cerrados y el alma abierta pero sin grandes expectativas, más allá de ser feliz con lo que la vida me ha dado. No buscaba respuestas, menos epifanías sordas; buscaba silencio conciliador, pero no silencio externo, ese no porque se disfraza de ausencia o de olvido. Buscaba el otro silencio, el que brota de las entrañas del ser, muy desde adentro, cuando las voces del mundo, de lo que nos rodea, bajan el volumen al mínimo. Y ahí estaba yo, o al menos mi parte física. Me seguía sintiendo pequeño, suave, insignificante, pero algo había cambiado: mi insistencia dio sus frutos. Un estado donde la música viene dentro de mí a calmar mis pensamientos, un estado fuera de lo ordinario.
Descubrí en la quietud del pensamiento que lo maravillosamente inusual no lleva dramáticos giros de 180 grados, lleva silencios, silencios de revelación iluminadora, a veces ayudado por ambrosía en forma de polvo y líquido milagroso, o mejor: aire en pulmones, aire perfumado. A veces lo extraordinario es que sigo así, y al respirar y mejorar mis sentidos me lo confirman. Respiro hondo para existir sin apuro. Veo los objetos de mi casa como objetos recién llegados, nuevas adquisiciones. La luz cae en partículas visibles sobre ellos. Mis manos, al alcanzar la luz o los objetos, tiemblan con murmullo imperceptible; el temblor quizás siempre vivió en mi pecho.
Hoy lo comprendí: salir de lo ordinario no requiere mover montañas, cruzar océanos. Puedes salir de lo ordinario y vivir un viaje extraordinario en el acogedor silencio de una habitación. Basta detenerse y que el alma hable su idioma lento. Los portales a otra realidad, ocultos en la rutina. Mi yo más auténtico, que duerme entre esperanzas, sabe respirar, soñar y observar más que suficiente para ser feliz...
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