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Hola amigos de #Hive, la Historia Original de hoy en forma de “Retahíla”, con palabras extrañas, o muy poco usadas, inician con la letra T. Al final les colocaré el mismo relato, resaltando el significado de cada una de éstas extrañas palabras, en forma de “Prosa”.

Espero que disfruten, tanto como yo, del maravilloso mundo del Vocabulario Español.

LA TABERNA DE TETE

En un lugar muy lejano vivía Tete. Era un tipo con buen talante, nada timorato, pero con tartajeo, por lo que su tartamudeo era muy evidente.

En su habitación tenía una tambora tapada con un viejo tapete. La tapia la adornada con un hermoso tapiz, pero lo tuvo que taponar porque un pequeño tapetí hizo de las suyas, y tratando de acorralarlo le dio tremenda tarascada en el tarso.

En un rincón tenía un tambache, así que siempre usaba la misma teleguilla, porque lo hacía parecer más refinado, y un talismán, para la buena suerte.

Todas las mañanas iba a la tahona por su tamal y una tarta, y en su tecomate servía su café calientico. Cuando iba a comer, se sentaba en su pequeño taburete, que le sobresalía una tachuela y los tábanos lo asediaban.

Tenía una taberna, que heredó de su tatarabuelo, bajo un frondoso tabachín y un enorme tejocote.

Todas las noches armaba la tambarria. Muy taciturno observaba a los clientes. Como era muy taimado y testarudo, lograba prevenir el tejemaneje. Sin titubear y de manera tajante los sacaba del lugar, dándole un fuerte toque con un tolete por la testuz. El desafortunado salía todo trémulo y turulato tras semejante trapisonda.

El tufo y la tacañería le salían por los poros, porque se lanzaba tremendo tablón con tepache y tequila, solo por no compartir con nadie, lo cual lo hacía un tiparraco y tozudo.

FIN

LA CANTINA DE TETE

En un lugar muy lejano vivía Tete. Era un individuo con buen humor, nada tímido, pero con mala articulación al hablar, por lo que su pronunciación entrecortada era muy evidente.

En su habitación tenía un tambor grande cubierto con una vieja alfombra pequeña. La pared la adornada con un hermoso paño, pero lo tuvo que cerrar con tapón porque un pequeño roedor hizo de las suyas, y tratando de acorralarlo le dio tremendo mordisco en la parte posterior del pie.

En un rincón tenía un lío de ropa, así que siempre usaba el mismo calzón de torero, porque lo hacía parecer más refinado, y un talismán, para la buena suerte.

Todas las mañanas iba a la panadería por su empanada y un pastel, y en su vasija hecha en una calabaza servía su café calientico. Cuando iba a comer, se sentaba en su pequeño asiento sin brazo ni respaldo, que le sobresalía un clavo pequeño y los insectos parecidos a las moscas lo asediaban.

Tenía una cantina, que heredó del padre de su bisabuelo, bajo una frondosa planta de flores muy vistosas y una enorme planta que da un fruto de aspecto parecido al de la ciruela.

Todas las noches armaba la parranda. Muy callado observaba a los clientes. Como era muy astuto y obstinado, lograba prevenir el lío. Sin dudar y de manera categórica los sacaba del lugar, dándole un fuerte golpecito con un garrote por la nuca. El desafortunado salía todo tembloroso y atolondrado tras semejante enredo.

La soberbia y la mezquindad le salían por los poros, porque se lanzaba tremenda borrachera con una bebida fermentada hecha con jugo de caña y aguardiente extraído de una especie de maguey, solo por no compartir con nadie, lo cual lo hacía una persona despreciable y obstinada.

FIN

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| Sasa y su Séquito |

Hasta la próxima historia.