El Peso del Vacío.
El gimnasio siempre ha sido un templo para las personas fuertes, pero en silencio, muchos de solo esconden un corazón que sufre. Curioso es como los músculos se moldean con vanidad y esfuerzo, mientras el espíritu se fractura sin que nadie sea capaz de notarlo. En mi caso, en mis momentos de mayor tensión muscular, cuando el sudor recorre mi frente y mis manos sostienen el peso, mi mente se desvanece. Es entonces cuando la realidad se disuelve en un tren de pensamientos dispersos, de recuerdos que me visitan como noctambulo de medianoche… Es ahí donde me doy cuenta que, mientras otros entrenan con la firmeza de quien tiene un propósito claro, yo me pierdo en la repetición de cada ejercicio, como si pudiera encontrar en el esfuerzo físico un remedio para el vacío que no se ve.
Esos instantes de reflexión, donde la mirada se pierde en el reflejo del espejo, me enfrentan a la verdad que trato de evadir: el gimnasio no me fortalece, me recuerda mi fragilidad. Aquí, los cuerpos se construyen, pero los corazones se destruyen. El desamor no se cura con músculos de acero. Y, sin embargo, sigo, como muchos, convencido de que la fuerza exterior puede sanar las heridas invisibles. Pero al final, solo soy otro corazón roto, mirando al vacío mientras sigo levantando pesas, esperando que algo, algún día, me devuelva lo que he perdido…
The Weight of Emptiness.
The gym has always been a temple for the strong, but in silence, many only hide a heart that suffers. It’s curious how muscles are shaped with vanity and effort, while the spirit fractures unnoticed. In my case, in my moments of greatest muscular tension, when sweat runs down my forehead and my hands hold the weight, my mind fades away. It’s then that reality dissolves into a train of scattered thoughts, of memories that visit me like a midnight wanderer… That’s when I realize that, while others train with the firmness of those with a clear purpose, I lose myself in the repetition of each exercise, as if physical effort could remedy the invisible void.
Those moments of reflection, where my gaze drifts in the mirror’s reflection, confront me with the truth I try to avoid: the gym doesn’t strengthen me, it reminds me of my fragility. Here, bodies are built, but hearts are destroyed. Heartbreak cannot be cured with muscles of steel. Yet, I continue, like many, convinced that external strength can heal invisible wounds. But in the end, I’m just another broken heart, staring into the void while I keep lifting weights, hoping that something, someday, will return what I’ve lost.
«Gracias por tomarte el tiempo de leer».
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